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24 agosto 2013

La curiosidad paga


Imaginemos un profesor al que el director del colegio se le acerca y le dice: "Hemos obtenido una beca para un estudiante y queremos que tú decidas a cuál de tus alumnos se la darás."

El profesor se va a su casa pensando en cuál criterio usará para decidir.  Al rato le queda claro que le dará esta oportunidad al alumno de mayor potencial.  ¿Pero quién es ese alumno?  Decide que eligirá entre uno de sus 10 mejores alumnos ¿Pero será el chancón y primero de la clase que tendrá ingreso asegurado a la universidad que elija pero que no se relaciona bien con sus compañeros por su arrogancia?   Decide que no.  La beca se la dará al segundo, quien ha demostrado verdadera pasión por aprender y tiene una curiosidad insaciable.

Los presupuestos de capacitación de una organización nunca son suficientes para cubrir las expectativas de los que forman parte de ella.  Si hay un programa de intercambio internacional serán 2 o 3 los que vayan pero nunca todos.  Si hay becas las vacantes serán el doble o el triple que los postulantes que cumplen con todos los requisitos formales.

Las oportunidades de capacitación especial se la damos a los más curiosos, a aquellos a los que les brillan los ojos cuando enfrentan algo nuevo, a los que se nos acercan a preguntarnos una cosa y la otra.

La curiosidad es la base del avance profesional y se habla poco de ella como competencia diferenciadora. Al inicio de una carrera la maestría técnica destaca a los mejores.  A medida que asumimos responsabilidades gerenciales los que no son curiosos en aprender cómo liderar a personas y no se autocapacitan leyendo sobre el tema y preguntándole a los que saben terminarán aprendiendo por intento y error.  Un error técnico será una oportunidad de aprendizaje.  Un error con nuestro equipo de trabajo puede costarnos el puesto.

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